William Akcoo / Orlando Adusto

William Akcoo / Orlando Adusto
con cigarrillo y en litigio

NARRATIVA

EL ABRAZO DE LA PERRA MUERTA (Novela corta, inédita)


fragmento del capítulo I-.

[...]..."Escuchaba las voces de los oficiales y soldados, los lamentos, gritos y quejidos venidos de otras eras. Dante y toda la exégesis voluptuosa del infierno danzó sobre sus ojos y el infierno se hizo dulce y soportable comparado con esa masa molida y maloliente que oprimía su pecho. Junto al oficial –de pronto- le horrorizó en tecnicolor un primer plano de un hocico húmedo y baboso que en su acercamiento aleve –del más macabro camarógrafo- inundó la escena. [...] ...

fragmento del capítulo IV:

[...]...Con sus escasas fuerzas intentó quitarse algo del peso que le sobrevenía. Y entonces se dio cuenta que gemía, que jadeaba a destiempo y su pecho parecía reventarse. Su brazo izquierdo posiblemente no estaba, o tal vez nunca estuvo pues no le sentía, pero grave asunto: no pudo fijar tal sentimiento porque el borbollón caliente en su cabeza húmeda y sangrante se lo impedía. Tenía la firme sensación de haber perdido también la parte izquierda de su rostro, de forma que sólo su ojo derecho sobresalía para otear el catafalco. Un olor insoportable de la muerte respingaba su nariz y las fosas se le abrían como ventosas de un caballo estrangulado...." " Las manos son -sin duda- la parte más escueta del carácter femenino. Bien formadas y de luengas uñas pintadas al carmín apretaban aquel "trapo" con una fuerza inusitada y violenta, casi extática. Roldán no perdía ningún detalle, gracias a que ella actuaba como si él no existiese. La nínfula estiró sus piernas en un gesto magistral, y aunque no podían verse eran finas, de rodillas pronunciadas y por supuesto huesudas con la frescura y convicción que sólo Balthus lograría. Alongó[W1] también el tronco y pudo verse una sinuosa costilla que se ocultó bajo la dermis deliciosa cuando toda ella se arqueaba hacia atrás apoyando su cabeza en la pared. El cuello blanquísimo obedecía al delirio contenido de la libido que ella no forzaba en absoluto, se doblaba lentamente mientras elevaba su quijada otorgandose con lentitud intensa y extasiada" [...]

LIBRO DE RELATOS (Inédito)

[...]... - Precisamente ese método de disección es el que culturalmente hemos heredado del pensamiento operacional. Eso que usted llama textura, también es el propio instinto dogmatizado, es por decirlo así, una mueca del payaso, que le protege por su belleza. Es el previo, que no es aún fisiología.
- Creo entender dijo D., que un idiota por ejemplo, puede serlo por la diferencia de cantidad de su idiotez en la concepción misma de los que le ven. Una concepción sujeta a normas establecidas de comparación.
- N., no entendía a dónde quería llegar D., y se exasperó sutilmente. En todo caso, refunfuñó, es para mí un placer decirle, que lo mismo puede suceder con el juego. Las mujeres juegan mejor que los hombres, porque juegan con la textura del azar. En este caso de una manera inocente y desinteresada.
- Creo estar totalmente de acuerdo con usted dijo D., lo he reflejado en un personaje no hace mucho.
¿!Ah¡ pero es usted dramaturgo?. fingiendo sorpresa, No amigo mío, soy demiurgo de las letras, y de profesión Acontista, dijo en broma D.,..."

[...]



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